Santiago Espinosa de los Monteros

Narrativas de lo imaginario

Dueña de una estética que ya la identifica claramente, Winter ha sido capaz de producir un corpus de obra que ha ido conformando cuidadosamente a lo largo de los años. Su trabajo en papel por ejemplo, se ha destacado por conservar no sólo un lenguaje asertivo con respecto al utilizado en otros medios, sino que permite simultáneamente la expresión del soporte en el que está trabajando.

Deseosa de no ocultar sus procesos de trabajo, para Emi Winter es importante que sea evidente lo que se hace. Como espectadores podemos ver cómo se produce la pieza aún en ausencia de la autora en sus horas de labor. Esta rara cualidad de permitirnos asistir a esta parte usualmente oculta de las creaciones pictóricas, nos hace ser testigos de privilegio.

Tanto sus intervenciones sobre papel como sobre tela, son en todo caso procesos inmediatos de trabajo en el que los acrílicos tienen un secado muy rápido, por lo que es necesario aplicar la pintura de manera muy precisa y sin posibilidades de errores que serían imposibles de revertir. De ahí que el trazo final que está en cada pieza sea exitoso y no experimental.

Su contemporaneidad no estriba sólo en el uso de los materiales como los acrílicos, el spray o el aerógrafo, sino en la relectura de un entorno que propone a contrapelo una estética dominante que deja poco espacio a trabajos como los suyos. De ahí uno de sus enormes valores; su inserción en un conglomerado diverso cae como propuesta nueva no obstante echar mano de recursos expresivos más que probados.

Si es verdad que cada artista tiene una especie de caligrafía personal que le identifica a lo largo de su trayectoria, el caso de Emi Winter escapa a esa aseveración pues su rigor, así lo parecería, la ha alejado de la tragedia de repetirse a sí misma. He visto piezas suyas que atrapan mis ojos y los hacen viajar por trazos larguísimos, como si tuviesen que recorrer líneas que van de una parte a otra de la pieza tratando de adivinar qué fue lo que hizo para que no se despegara el pincel o la brocha de la tela y siguiera pintando sin tener que alimentarse nuevamente de pintura; cómo en las curvas delata el grosor de aquello con lo que pintaba, tal y como los japoneses cuando en un solo trazo ensayado por toda una vida, hacían finalmente un pez brincando vigorosamente sobre el agua.

Por ello creo que quizá uno de los antecedentes más directos de esta manera de trabajar de Emi Winter sea la milenaria técnica del Siboku / Sumi-e oriental, en la que el pintor valiéndose de un pincel o una brocha a la que empapaba de tinta, hacía trazos sobre el papel y, sin apoyar la muñeca cuya libre movilidad es clave para el resultado de la obra, dibujaba obras que al cabo de unos cuantos trazos dejaban ante nuestros ojos un bosque, la bruma, un tigre, garzas, el mar o un pez; en realidad estaban pintando al mundo y con ello contaban silenciosamente algo de los muchos años que habían pasado estos dibujantes para recrear el universo con un solo trazo de su mano.

Al poner la mirada sobre la producción de Emi Winter encontramos que los largos trayectos que recorre con su mano conviven con puntos de color, círculos, líneas que de pronto parecerían vestigios de graffiti y que ahora se han integrado a un solo todo que deriva en trabajos especialmente luminosos y frescos. Algo de los antiguos orientales pervive en esta manera expresiva, no sólo en cuanto a la manera formal de abordar la obra, sino también en el resultado sorprendente de formas y transparencias donde incluso los accidentes son controlados.

Así estas piezas de Winter nos llevan de la mano por una estética que, sin apelar a la nostalgia ni pretender ser evocativa, nos hablan de una información visual subyacente en una autora que ha decidido poner la mirada en un universo idílico donde los planos quedan claramente definidos apenas y con unas cuantas veladuras y transparencias de trazos que parecería que permanecerán para siempre húmedos y vitales.

Estamos ante la narrativa de lo imaginario. Emi Winter posee la virtud de otorgar al tiempo que existe en su obra, otro ritmo distinto al del tiempo en que vivimos y en el que observamos su trabajo. Ella se considera a sí misma una buscadora de nuevas experiencias pictóricas y esto se traduce en una visualidad que inicia indudablemente con lo matérico. Obra de gran frescura, líquida y seductora. Transparente. Es posible mirar lejos cuando ponemos la mirada sobre alguna de sus piezas.

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Texto de sala para la exposición Típicamente abstracta en Galería Quetzalli, Oaxaca, México. Marzo - Abril 2011.